Es indiscutible que el espacio público lejos de las grandes urbes es menos público,
en cuanto a espacio político se refiere.
El abandono de estos espacios en entornos que se abandonan naturalmente, no duele,
y el espacio público de un pueblo, es como el propio pueblo visto desde esa capital,
que pinta el mapa sin poner los nombres, invisible y colindante con fincas de terratenientes.
El fútbol solo es el reflejo de nuestra sociedad,
los clubes también sufren su venta a fondos de inversiones de dudosa moral
como cualquier bloque de viviendas de la Calle Pez de Madrid.
Y no solo los clubes de fútbol, incluso los espacios que se dejaron sin uso
y sin mantenimiento también son suculentos para estos fondos.
No es una casualidad, que la mayoría de estos espacios estén en zonas rurales
o en barrios y ciudades donde el suelo todavía
no ha alcanzado el precio de venta para llamar la atención de dichos especuladores.
En España, se configuró todo este sin fin de espacios, en gran parte,
en la década de los años noventa, gracias a las olimpiadas.
Infraestructuras fabricadas a medida de la pasión que levantó el salto internacional,
después de años de oscuro abismo tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
Años después, muchos de estos espacios se abandonarían con el mismo fervor.
La ventaja de este proyecto es que hablamos de fútbol, no del acceso a la vivienda.
El proyecto lo componen 18 fotografías, enmarcadas en perfil de roble natural.